La Microencapsulación es un proceso que permite recubrir determinadas sustancias con una membrana fina para producir pequeñas cápsulas útiles en numerosos campos de aplicación. Se utilizan varios métodos para la microencapsulación de líquidos y sólidos, pero el que produce el índice más alto es la microencapsulación por coacervación.

Esta técnica consta principalmente de tres fases distintas. La primera implica la formación de tres fases químicas inmiscibles: la fase del vehículo de producción, la fase del material del núcleo y la fase del material de revestimiento.

La segunda fase de la microencapsulación por coacervación consiste en depositar el revestimiento en el principio activo. Para ello, el disolvente se mezcla con el principio activo para que pueda encapsularse en el propio revestimiento. Este proceso se realiza mediante la precipitación de pequeñas gotas de material de recubrimiento sobre la superficie de la solución recién creada.

Por último, está la tercera fase, que consiste en la solidificación del revestimiento. Este proceso puede tener lugar principalmente mediante tres métodos: cross-linking, solidificación térmica o solidificación por evaporación. De este modo se obtienen microcápsulas de un tamaño que va de 1 µm a 1000 µm, que pueden utilizarse en el campo farmacéutico, industrial y alimentar.

La principal ventaja de la microencapsulación por coacervación es la posibilidad de transformar sustancias líquidas inmiscibles o volátiles en pequeñas partículas en estado sólido. Otro aspecto importante de este proceso es el control en tres fases del pH, la temperatura y la presión. Esto permite no sólo conseguir un espesor de recubrimiento constante y uniforme, sino también ofrecer un producto eficaz desde el punto de vista de la interacción con el organismo.

La microencapsulación por coacervación permite crear recubrimientos específicos para cada tipo de uso, facilitando la liberación del principio activo sólo en determinadas condiciones de pH, presión o temperatura.